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Apuntes para una teoría de la inversión simbólica

Apocalypse Now

Ramon Sarró Maluquer






Al principio de la película aparece la cara del protagonista (Captain Willard) cabeza abajo (junto a una tenebrosa y por el momento misteriosa cara de la jungla, cabeza arriba), con los helicópteros de la guerra en el fondo arrojando napalm y la canción The End de los Doors como música de fondo. Es el horror, mas Willard no lo sabe y no hay nada peor que vivir en el horror sin saberlo -y sin tenerlo por compañero. Willard cabeza abajo: la imagen por excelencia del hombre misfit, anómico, angustiado. El hombre que cree (o que sabe) que todo debería estar al revés de cómo está. El hombre que aceptará cualquier misión con tal de poder irse de este infierno, sumergirse en la jungla, por irracional que la misión sea, aunque sea la de matar a uno de sus superiores. ¿Qué más da? Sus superiores ya no son "suyos". Willard se opone a todo, y cuando van a buscarlo para llevarlo frente a sus superiores y darles la orden, Willard cree que de hecho vienen a detenerlo. "¿De qué se me acusa?", pregunta a los atónitos oficiales.

Al llegar al reino que el coronel Kurtz ha creado en la jungla y del cual se ha convertido en auténtico rey divino, los indígenas atrapan a Willard y, antes de llevarlo frente a Kurtz, lo ponen del revés, con la cabeza en el fango, como para indicar -interpreto yo- que está entrando en otro mundo, otro mundo donde las cosas están enderezadas. No me extrañaría, hablando a bulto, que releyendo La rama dorada de Frazer se encuentren efectivamente descritos este tipo de rituales de acercamiento a un rey divino. 1 Al acabar la película, la cara de Willard, al abandonar el reino de Kurtz (ahora condenado a ser una "tierra baldía", en el sentido de T.S. Eliot, sin dios que la regenere) aparece en posición "correcta" (o sea, hacia arriba), maquillado de forma que su identificación con Kurtz es casi total, junto a la misma cara de la jungla que veíamos al principio y que ahora reconocemos: es una escultura del templo camboyano donde Kurtz se ha instalado. Willard también parece reconocerla. En efecto, la película acaba con la visión de las dos caras (la de Willard y la esculpida) y la voz de Willard (imitando la de Kurtz) susurrando, a medida que aparece la cara esculpida: "the horror, the horror". En cierta manera, la Quête de Willard, su iniciación, es la búsqueda de un concepto: el horror. Un concepto para una cara hasta ahora ignota y aterradora. Una vez ha aprendido el concepto -y el aprendizaje no es intelectual, sino vivencial, como el de los secretos que se comen los bagas-, Willard puede volver a su mundo y vivir cabeza arriba, conocedor del horror en el que vive. Insistamos: no es el concepto (el "horror") el que cambiará a Willard, sino la experiencia del horror: el verdadero horror. Willard no habría podido coger un helicóptero y acercarse a Kurtz para preguntarle ¿cuál es el concepto, cómo se llama esa cara que me persigue y me atormenta? y coger un helicóptero para volver a su mundo con la posesión del concepto. No, la aprensión del concepto es todo el viaje, incluyendo -sobre todo- el tener que matar a Kurtz2. Todo eso es el horror, todo eso and everything else. Es algo inexplicable: "It is impossible to explain through words what is necessary to those who do not know what horror means. Horror has a face. It must become your friend. If it doesn't, it will be your worst enemy" Estas son -más o menos- las palabras de Kurtz, palabras clave para entender el aprendizaje de Willard. Para vivir en el mundo que nos ha tocado vivir, tenemos que familiarizarnos con el horror en vez de intentar en vano oponernos a él, como se oponen las dos caras (Willard-el horror) con que se abre el filme. Y son palabras muy sabias, que se entroncan en toda una tradición de mensajes iniciáticos que recomiendan la amistad y no la oposición de los enemigos que llevamos dentro. Los sufis dicen que el jihaad al-nafs, la "guerra santa" (jihaad) contra las pasiones corporales que impiden la perfecta unión con Dios, no debe consistir en eliminar al nafs (el concepto para las pasiones corporales, "más malo que setenta satanes juntos") sino aprender a llevarlo como "companion"3.

Kurtz tiene en su biblioteca una Biblia, los Collected Poems de Eliot (de donde lee "the hollow men" cuando el impertinente Dennis Hopper lo interrumpe), la Rama dorada de Frazer y el From Ritual to Romance de Weston. Este último libro es hoy poco conocido y sus teorías antropológicas tan obsoletas como las de Frazer, pero antaño fue muy influyente y su elección no es en absoluto casual. Es una lectura de leyendas medievales anglosajonas a la luz de Frazer, y es el libro que inspiró a Eliot, cuya Tierra baldía es una aplicación del modelo frazeriano a una Europa desolada, desencantada y deshumanizada. Como el mismo T.S. Eliot se dio cuenta (y así lo indican las notas que escribió a la tierra baldía), es imposible entender la Tierra baldía sin leer el libro de Weston. Y es imposible entender a Kurtz sin haber leído la tierra baldía.

Desde un punto de vista estrictamente frazeriano, Willard debería no sólo haber matado a Kurtz, sino tomado su puesto y erigirse en el nuevo rey-dios, más joven y vigoroso que el anciano cansado, para regenerar la tierra baldía. Esto es sin duda lo que esperan los indígenas cuando él sale del templo de Kurtz. Tal vez ni siquiera se dan entera cuenta de que el que sale no es Kurtz sino Willard, y el espectador casi espera que alguno de los cortesanos grite el ritual motto de "El rey ha muerto, viva el rey" propio de este tipo de sucesiones regias que afirman la doble corporeidad del rey (el cuerpo humano reemplazable y el divino inmortal). Mas no, Kurtz no es solo un rey divino al cual su asesino pueda sustituir, como era el rey-sacerdote de Nemi estudiado por Frazer. Sí, es cierto que la identificación entre ambos ocurre. Hay momentos en que uno no sabe si está viendo a Kurtz o a Willard, sobre todo cuando está a punto de matarlo o cuando lo acaba de matar. Pero la película no es estrictamente frazeriana, como tampoco lo es Kurtz, quien da expresas instrucciones a Willard de que no se quede en su puesto una vez lo haya matado (pues huelga recordar que Kurtz sabe perfectamente a qué ha venido el joven capitán). Willard tiene que matarlo para extinguirlo y volver luego a su mundo, atreverse a mirarlo con la cabeza hacia arriba, consciente del horror en el que vive, para hallar al hijo de Kurtz y explicarle quién era su padre (este es, por así decirlo, el "contrato" que ha firmado con Kurtz). Al final de la película, Willard efectivamente regresa (aunque esto no queda del todo claro; puede que todavía esté perdido en la jungla) y vuelve a aparecer la cara esculpida de la jungla, la misma que vemos al principio: la cara del horror. Y junto a ella la cara de Willard, ya no hacia abajo sino enderezada y capaz de reconocer y de poner un nombre a su siniestro companion: "the horror, the horror". ¿Será ahora tal vez capaz de explicar al hijo de Kurtz que fue este horror en que vivimos el que mató a su querido padre?

Notas

1 - Otro ejemplo interesante de inversión ritual aparece en la iniciación del joven Luke Skywalker dirigida por el Yoda en El imperio contraataca, de George Lucas, película muy inspirada en la obra del historiador de las religiones Joseph Campbell, amigo y “mentor”de George Lucas (y, supongo, de Coppola también).

2 - No diré aquí nada sobre el "viaje" de Willard. Sólo llama la atención que la alteridad a la que tiene que enfrentarse no es la de la jungla (el único encuentro de verdad con "la jungla" es cuando los ataca un tigre, que resulta más bien irrisorio), sino la de su propia cultura: los americanos. En este sentido su viaje es diametralmente opuesto al de Ulises. Ulises tiene que enfrentarse al horror (o al excesivo placer) de formas opuestas a las de su civilización aquea (brujas, sirenas, ninfas, lotófagos, cíclopes). Willard al horror de su propia civilización de la cual ni siquiera en la jungla puede huir: el capitán a quien "le gusta el olor del napalm por la mañana" y que ordena un ataque aéreo para poder hacer surf tranquilo, el baile de las chicas "playmate" -unas sirenas con las que Willard no se quedaría- la paranoia "anti-Charlie" de los soldados desquiciados idéntica a la que se respira "back home", etc. Pero todo esto requiere un análisis más profundo.

3 - cf. Louis Brenner, West African Sufi, pag. 113-114.

Comentaris a propòsit de “Apuntes para una teoría de la inversión simbólica” - Josep Maria Casasús i Rodó

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