Así me contó la Abuela que había sucedido

Yavés tuvo un hijo. Le llamó Alan, a la buena de dios, como Él suele hacer las cosas. Como era su único hijo, Yavés lo malcrió. Un día se dio cuenta y pensó: "tengo que prohibirle algo".

- Sabes que en el Paraíso puedes hacer lo que quieras, Alan - le dijo - , pero no quiero que comas de ese árbol, ¡los frutos de ese árbol son sólo para mí!

- Vale - respondió Alan. Y se olvidó del árbol por completo.

Alan tenía una novia, Ella. Yavés, que presumía de saberlo todo, no sabía nada de ella, ni de dónde había salido ni quién la había hecho. Sólo sabía que desde que apareció Ella, Alan no le hacía el mismo caso.

Un día, Ella, que no sabía nada de prohibiciones, se echó a descansar a la sombra del Árbol de Yavés y distraídamente arrancó un melocotón. Al verlo, Alan pensó "uy, uy, uy", pero como la quería mucho se dijo: "donde muerda Ella morderé yo, y salga el sol por Antequera". Ellos llamaban Antequera a lo que quedaba más allá de las puertas del Paraíso. Alan mordió el melocotón y al instante apareció Yavés y empezó a abroncarle. Ella quiso aclarar que había sido ella quien había cogido el melocotón, pero Yavés no la oyó.

Yavés sólo se oye a sí mismo. Y aunque la hubiera oído, jamás hubiera reconocido su equivocación.

- Esto no es una pensión - concluyó Yavés - . Si quieres vivir a tu aire, Alan, ya estás largándote del Paraíso.

Una serpiente pasaba por allí. Al oir aquello , le dijo a Yavés:

- ¡No te pongas así, hombre! ¡Es sólo un melocotón!

- ¿Hombre? ¿Cómo que hombre? - gritó Yavés enfurecido - ¡Yo soy Yavés! ¿que no lo vés ? Y tú, asquerosa, ¿quién eres?¿Te he creado yo?

- Yo soy una evolución - dijo la serpiente.

- ¿Una evolución? - bramó Yavés - ¡Aquí no evolucina nada! ¡Aquí está todo hecho! Una evolución, ¡qué asco! ¡Fuera de aquí!

- Yo también me voy - dijo Ella.

"Lástima", pensó Yavés. Pues aunque le desconcertaba, Ella era muy grata de ver, y era, además, ¡una estupenda cocinera!

- Sois libres, haced lo que queráis - dijo Yavés.

Y así fue como Alan y Ella , al ritmo cascabelero de la serpiente, cruzaron las puertas del Paraíso y se marcharon a vivir a Antequera.