Se abre el
telón: de repente estamos en Atenas, y es de día. Teseo,
duque de Atenas, y su prometida, Hipólita, reina de las amazonas,
nos anuncian, con gran ilusión, que dentro de muy poco va a celebrarse
su boda. Se les ve contentos, felices. Pero ojo ¿quién viene
por ahí detrás, con esa cara de enfado? Ah, sí, ya
lo vemos: es el viejo Egeo, ese nuevo rico cascarrabias que siempre viene
a importunar al duque en los momentos en que menos se lo necesita. ¿Qué
diablos querrá ahora ese pesado? Pues
viene Egeo a quejarse de que su hija Hermia, la testaruda, no quiere casarse
con el apuesto Demetrio y sigue con sus amoríos prohibidos con
Lisandro, por alguna razón, tal vez de índole social, detestado
por Egeo. El duque accede a interceder en favor de su amigo Egeo y amenaza
a Hermia: o te casas con Demetrio, niña tonta, según el
deseo de tu padre, o te haces monja, o tes va a la hoguera, de acuerdo
con la ley de Atenas. ¡Pero
qué poco les importa a unos enamorados la inhumana ley de Atenas!
Hermia y Lisandro, separados por la voluntad paterna, deciden huir lejos,
a un lugar donde puedan casarse, amarse y ser felices. A tal efecto se
dan cita esa misma noche, en el bosque. Pero, ah frágil felicidad,
no todo es tan fácil en esta vida. Hermia tiene una amiga: Helena.
Helena que está, precisamente, enamorada de Demetrio. Y como que
Helena, al igual que gran parte de su género, tiene la lengua muy
larga, va y le cuenta a Demetrio -que está, recordemos, enamorado
de Hermia- los planes de fuga de ésta con Lisadro que le acaban
de ser revelados. Demetrio, rabioso de celos, decide acudir al bosque
esa misma noche y arreglar cuentas con ese desaprensivo de Lisandro, donjuan,
ladrón de amor. Pero
antes de ir al bosque, esa noche, quedémonos un rato más
en Atenas, ese día. Un grupo de seis ciudadanos honrados y trabajadores,
cortos de entendimiento pero de sentimientos sin duda muy nobles, deciden,
de motu proprio, que el día de la boda del duque con Hipólita
van a representar una obra de teatro, para alegrar la velada y rendir
honores a su Señor. La obra que escogen es la Tragedia de Píramo
y Tisbe. Recordemos el breve pero intenso argumento: Píramo
y Tisbe son vecinos y se aman a muerte. Para impedir sus encuentros, el
padre de Píramo ha construído un muro horrible entre los
patios de las dos casas, pero aún así Píramo y Tisbe
se siguen hablando, por las noches, a través de un pequeño
agujero del cruel muro. Como único testigo y cómplice de
sus amores tienen a la noble luna. Una noche deciden darse cita en la
célebre tumba de Nino para huír juntos (como Lisandro y
Hermia, precisamente). Al llegar a la fatídica Tumba, oh triste
destino, un fiero león asusta a Tisbe, que consigue huir. Cuando,
minutos más tarde, llega Píramo y ve al león con
la capa de Tisbe en sus fauces (que es todo cuanto el animal ha conseguido
arrebatar) se suicida con su espada, convencido de que su amor ha sido
devorado por una fiera. Luego Tisbe ve el cuerpo muerto de su compañero
y se suicida también, con la misma espada. La trágica muerte
de Píramo y Tisbe era una referencia muy conocida y utilizada en
el mundo renacentista y barroco 1. Recordemos
que un poeta y músico español vio, con gran penetración,
un triste augurio en el hecho de que los amantes se dieran cita, precisamente,
en una tumba: Píramo
El hecho
de que un grupo de trabajadores recios e incultos decidan representar
una obra de tal lirismo es una más de las oposiciones, casi contradictorias,
con las que Shakespeare consigue llegar a la cima de la tensión
dramática. Mas no nos vayamos por las ramas. Fijémonos en
cómo The Mechanicals, como se conoce esa compañía
estrafalaria y morrocotuda de principiantes, preparan su obra. "Los
mecánicos" son seis hombres tercos como ellos sólos
que sin duda jamás han oído hablar ni de teatro ni de nada
que se parezca. Uno de ellos, en particular, se convertirá en uno
de los personajes más célebres y entrañables de la
comedia de todos los tiempos: el increíble Buttom. Uno de los momentos
de mayor exquisitez de la obra, de la de Shakespeare, es cuando The
Mechanicals tienen que repartirse los papeles de Píramo
y Tisbe. Peter Quince, el director, tras adjudicar algunos de los
papeles a Snout the tinker (hojalatero), que hará de muro,
a Robin Starveling (que hara de Luna) y a Buttom (que debe hacer de Píramo)
le dice a Snug the joiner (el carpintero): "Snug, the joiner,
you the lion's part". He aquí un deliciosio juego de palabras.
Porque en inglés (como en español), tener "la parte
del león" significa tener la parte más grande, pero
"part" en el mundo del teatro, significa también
"papel". Lo que Quince quiere es que Snug el joiner haga
de león, no que tenga el papel más largo. Pero Snug así
lo entiende, y pregunta, inquieto: "Have
you the lion's part written? Pray you, if it be, give it me; for I am
slow of study".
Quince
le responde, lacónicamente: "You
may do it extempore, for it's nothing but roaring"
o sea:
"puedes hacerlo cuando quieras, puesto que no se trata más
que de gruñir". Y ahí salta entonces Buttom, que también
tiene miedo de que su papel sea demasiado difícil de aprender: "Let
me play the Lion too. I will roar that I will do any man's heart good
to hear me. I will roar that I will make the Duke say 'let him roar again,
let him roar again!'"
O sea:
"gruñiré de tal modo que haré que el duque diga:
'¡que gruña de nuevo, que gruña de nuevo!'". La
posibilidad de tan fieros rugidos del grosero de Buttom asusta a sus compañeros:
"Sí claro -vienen a responderle-, y lo harías de tal
modo que asustarías a las señoras (del público) y
chillarían y luego nos colgarían a todos". Button,
conciente de tal riesgo, les tranquiliza: "I
grant you friends, if you should fright the ladies out of their wits they
would have no more discretion but to hang us. But I will aggravate may
voice so that I will roar you as gently as any sucking dove: I will roar
you an'twere a nightingale"
O sea:
"(...) os gruñiré tan suavemente como una paloma que
esté aún por destetar (como si las palomas fueran mamíferos!),
os gruñiré como si fuera un ruiseñor." ¡Impresionante,
gruñir as gently as any sucking dove para no asustar a las
damas que contemplen la obra! En su imposibilidad por distinguir teatro
de realidad, los Mechanicals deciden que antes de la obra van a
leer un prólogo en el cual se explicará que todo es ficción
y que nadie deberá asustarse por nada. Efectivamente, uno de los
momentos más divertidos de la obra es cuando los obreros, en la
representación final de su Píramo, lean ese prólogo
y expliquen a su concurrencia que eso que van a ver no es la realidad,
sino una obra de teatro, que ese león no es un león, sino
Snug the joiner, que esa espada no es de verdad y que ni Píramo,
que no es Píramo sino Buttom, ni Tisbe, que no es Tisbe sino Flute,
mueren de verdad. De todos modos, aún con prólogo, el león
(que no es un león, eh, que es Snug el carpintero) deberá
gruñir muy bajito, para no asustar. Yo, personalemente, me morí
de risa al ver al león asustando a Tisbe, pero sin asustar a la
duquesa (ni a mí, por supuesto). Sólo una buena representación
de El sueño... puede hacer este efecto creíble. La
que yo ví la semana pasada en el Open Air Theater
del Regent's Park lo consiguió muy bien, con un juego de
mímica excelente en el cual el león gruñía
sólo con las manos, sin gruñir realmente. O sea, ¡gruñía
en Píramo y Tisbe, pero no en El sueño de una
noche de verano! Observemos el carácter esencialmente barroco
de la situación: el teatro dentro del teatro, y con una reflexión
sobre el teatro. Nos recuerda al héroe de la novela leyendo novelas
(El Quijote), al protagonista de otra famosa obra shakespereana
representando en escena una obra (Hamlet), al pintor pintando en
un cuadro (Las Meninas) o al filósofo filosofando en un
libro de filosofía (El discurso del método)2.
Es una característica de la estética barroca y de la reflexividad
propia del siglo XVII. Una característica de infinitas posibilidades
que genios como Shakespeare llevan a extremos inusitados, como el que
estamos comentando. A lo
que íbamos. Deciden "Los mecánicos", también,
darse cita por la noche, en el bosque, y ensayar la obra antes de representarla
el día de la boda. Y ahora,
ya sí, vayamos al bosque, vayamos a la noche. Dejemos la luz del
día, la razón de la polis, la sensatez madura de
Teseo e Hipólita. Sigamos, por un momento, el ímpetu juvenil
y enamorado de la insensata sangre joven. El bosque,
de noche, es, en Atenas como en todas partes del mundo, el reino de las
hadas, de los "genios", como dirían mis amigos africanos.
A mí, personalmente, me asusta. Pero vayamos, vayamos a ver qué
pasa. Ahí vemos a Hermia con Lisandro, abrazándose, tal
vez más que eso, antes de emprender su huida. Ahí vemos
también a Demetrio buscándolos celoso y a Helena persiguiendo
a Demetrio, enamorada. Ahí están también The Mechanicals,
en alguna parte, ensayando su obra. Y ahí están también
Oberón y Titania, reyes del mundo de las hadas, y Puck, su bufón
revoloteador, junto con otros seres fantásticos. Oberón,
invisible a los ojos humanos, se enternece compasivamente al ver la pobre
Helena persiguiendo locamente a Demetrio, que la desprecia, y decide ayudar
a esa pobre muchacha. Ordena a Puck que vierta, sobre los ojos de ese
ateniense, un filtro amoroso que lo enamore de la primera persona que
vea3. Pero Puck, torpemente, se equivoca,
y en vez de verter el filtro en los ojos de Demetrio lo vierte en los
de Lisandro, al que encuentra dormido en alguna parte, junto a Hermia.
Y hete aquí que Helena, que en la oscuridad de la noche ha perdido
a su Demetrio, se topa con los dos enamorados y decide despertar a Lisandro
para prevenirlo de que Demetrio lo busca enfurecido. Ahí empieza
el divertido follón. Porque inmediatamente cae Lisandro enamorado
de Helena, quien, pobre criatura, cree que le están tomando el
pelo. Puck se da entonces cuenta de su craso error y decide remediar el
mal ocasionado virtiendo el filtro en los ojos de Demetrio, como le estaba
ordenado. Y ahí va Demetrio y se enamora, también fulminantemente,
de Helena. Los dos jóvenes empiezan a luchar, celosos. Hermia y
Helena no entienden nada, y también acaban luchando. Estoy resumiendo
mucho un argumento muy complejo y una serie de situaciones y malos entendidos
francamente tonchantes. Pero lo que me interesa remarcar es que en todo
este lío hay una constante muy peculiar: que los dos muchachos
siempre están enamorados, ambos, de la misma chica. Primero los
dos de Hermia, luego los dos de Helena. ¡Con lo fácil que
sería hacer un cuadrado, qué manía con hacer triángulos!
Es como si se emperraran en enamorarse de la única persona de quien
no tienen que enamorarse: Falling in love with the wrong one, como
dicen los ingleses. René Girard ha utilizado esta escena para ilustrar
su teoría cultural del "deseo mimético" según
la cual, muy resumidamente, sólo deseamos un objeto cuando este
deseo implica mímesis y rivalidad, o sea, cuando hay otro que también
lo desea. Algo muy propio de la inmadurez, de la niñez casi. Las
dos chicas, sin embargo, no cambian en ningún momento de objeto
amoroso: una está enamorada de Lisandro, la otra de Demetrio. Tal
vez insinúa Shakespeare lo que todos sabemos: que las chicas, sentimentalmente,
maduran antes que los hombres; son más fieles a la idea primera. Se me
dirá que la teoría del deseo mimético no tiene valor
pues los chicos no se enamoran "libremente", sino por la acción
de geniecillos como Puck y Oberón. Pero esta crítica es
baladí. ¿Cómo sabemos que todas las acciones humanas
no son en definitiva obra de genios traviesos que juegan con nosotros?
¿Quién nos asegura que somos en definitiva "libres"?
Los genios son, en esta obra, como los dioses homéricos en La
Ilíada: juegan con los hombres como si fueran sus títeres,
como si ellos fueran niños y nosotros sus "mádelman".
Por alguna virtud poética especial (suerte de "doble visión"
aludida en una nota anterior), Homero y Shakespeare los ven; ven, como
poetas, como chamanes casi, la coherencia más allá de la
incoherencia humana. Pero nosotros no, excepto en esta obra que tal vez
no sea más que un sueño, y no nos queda más remedio
que fijarnos en el carácter humano de las acciones humanas; lo
que sabemos, en definitiva, es que Demetrio se enamora de Helena, una
noche, en un bosque, y que Lisandro también se enamora de Helena.
¿Y por qué no? Todos hemos sido jóvenes, y todos sabemos
que, tras un fin de semana en el monte, o en la playa, o en el bosque,
o en una noche loca, con o sin genios (qué más da), nos
hemos enamorado, sin saber muy bien cómo, de la novia de nuestro
amigo. Ah, juventud, divino tesoro... Sigamos
con nuestro argumento. Decíamos que en alguna parte de ese bosque
están también "Los mecánicos" ensayando
su obra: y ahí está también Puck observando sus patosadas
y riéndose de las burradas de Buttom. Y, como que lo encuentra
tan burro, decide hacerlo burro del todo, y convierte su cabeza en una
immensa cabeza de asno. Sus compañeros, aterrados al ver tal trasformación,
huyen y lo dejan ahí, solo. Pero
sucede también, en este intricadísimo argumento, que Oberón
y Titania han tenido poco antes una pequeña discusión "matrimonial",
y Oberón quiere gastarle una broma de mal gusto a Titania. Ordena
al travieso Puck que vierta también un poco del filtro amoroso
en sus ojos, y que se enamore del primero que vea. Y hete aquí
que al primero que ve Titania al despertar es el burro de Buttom, con
su cabezón de burro. Y se enamora, dando lugar a unas escenas de
idilios tan imposibles como divertidos entre un hada y un humano con cabeza
de asno. Todo
está ahora patas arriba en medio de la noche: Titania enamorada
de un burro con cabeza de tal, Lisandro y Demetrio pegándose por
Helena, Helena convencida de que todo es un complot para humillarla, Hermia
celosa, Puck partiéndose de risa y Oberón un tanto preocupado;
piensa que tal vez se ha pasado y empieza a poner remedios: ordena a Puck
que arregle las cosas. Puck, con sus artes mágicas, hace que los
jóvenes se duerman, cansados después de tanta riña.
Una vez dormidos los cuatro juntos, echa un antifiltro amoroso en los
ojos de Lisandro, pero no en los de Demetrio. Luego duerme a Titania y
devuelve a la cabeza de Buttom su normal aspecto humano. Empieza a amanecer,
las cosas vuelven a la normalidad. Y por
la mañana, también, van los duques con Egeo paseándose
por el bosque y dan con los cuatro jóvenes durmientes. Los despiertan
y les piden explicaciones; no sabe cómo, no recuerdan nada, el
caso es que están los cuatro, por fin, perfectamente en armonía:
Lisandro ama a Hermia, Demetrio a Helena. Los jóvenes se explican
balbuceando algo sobre unas peleas, unos amores equívocos, tal
vez obra de algún geniecillo, aunque a ciencia cierta no saben
muy bien si lo han vivido o lo han soñado. Su explicación
es tildada de ridícula por las sensatas mentes de Teseo e Hipólita
en un famoso diálogo que culmina con una reflexión de Teseo
sobre el parecido entre locos, enamorados y poetas en tanto que los tres
tienen una imaginación febril que les hace ver cosas inexistentes
(digresión personal: la genealogía de esta triple relación
se remonta al Fedro de Platón, pero Platón, a diferencia
de Teseo, no considera falsas las visiones de locos, poetas y enamorados,
sino de "inspiradas" por posesión divina). Hippolyta:
En cualquier
caso, la "cool reason" de Teseo se satisface con
que los jovenes hayan encontrado su verdadero amor y decide no perseguir
a Hermia con la cruel ley de Atenas. Al contrario, les propone a los jóvenes
que se casen ese mismo día, con ellos. De modo que ese feliz día
se celebra el Atenas una triple boda (Teseo con Hipólita, Lisandro
con Hermia, Demetrio con Helena) que culmina con la representación,
comentada por ellos, de Píramo y Tisbe. Fijémonos
que en un momento dado, en esa escena, tenemos una tragedia representada,
Píramo y Tisbe, comentada por los actores para que no quede duda
de que es una obra de teatro, observada por un público que la comenta,
observada por los genios, observada por nosotros. Hay ahí, creo,
por lo menos seis niveles de representación:
¿Somos
nosotros el último nivel de esta caja de muñecas rusas,
el observador último? ¿O hay alguien, un dios, un genio acaso,
que nos observe a nosotros como personajes de otra pieza teatral, de esa
obra que es la vida en la cual unos hombres ven una obra en la cual unos
hombres ven una obra en la cual... en la cual, en definitiva, no hay ni
observador último ni obra primera y todo es un juego de representaciones
teatrales? La obra
termina con unas palabras de Puck, dirigiéndose a nosotros, recordándonos
que lo que hemos visto no es la realidad, sino un sueño, aunque
insinúa crípticamente que tiene que ser un sueño
que nos afecte como el sueño de los jóvenes ha afectado
sus vidas. No hace falta recordar que la disolución de barreras
entre el sueño y la realidad es también una característica
de la estética barroca. Ni teatro, ni sueño, ni realidad
tienen las fronteras bien trazadas. Lo que importa, en última instancia,
es salir contento y amante del teatro. Desde
un punto de vista antropológico, que por razones evidentes es el
único que se me ocurre, El sueño... tiene enorme
interés porque puede verse como una escenificación de lo
que el antropólogo británico Victor Turner llamó
un "proceso ritual". Por proceso ritual entendía Turner
una incursión en lo que, de una manera general, él llamaba
"anti-estructura", una incursión necesaria, aunque sólo
fuera de vez en cuando, para el normal funcionamiento de la vida social
estructurada. Y sabemos en particular que ciertos procesos rituales, los
llamados "ritos de paso", son necesarios para que los jóvenes,
en muchas sociedades, se conviertan en adultos, para que lleguen a ser
quienes son, como dicen los filósofos (y los africanos, cuyos ritos
de paso incluyen muy a menudo episodios relacionados con espejos en los
cuales los novicios deben observarse). En El sueño... la
oposición entre estructura social y anti-estructura es evidente:
Atenas, el día y los adultos de un lado; el bosque, la noche y
la juventud del otro. Los jóvenes huyen de una estructura en la
que no se encuentran, pues de hecho no pertenecen (aún) a ella.
Van a la anti-estructura, al espacio "liminal" como diría
Turner (de limen: margen, límite), para volver luego a la
estructura, ya estructurados, ya miembros de "la sociedad de los
hombres" como la llama el propio Teseo. Saben ya quiénes son,
a quiénes aman, pueden vivir por fin en la polis, socialmente,
adultamente. Es probable que la noche que pasan en el bosque haga referencia
a algún rito amoroso antiguo mediante el cual los jóvenes
de antaño intentaban averiguar cuál era su verdadero amor.
Así lo insinúa Teseo cuando dice que los jóvenes
se han ido al bosque a celebrar el "May's day", sin duda
un rito folklórico de este tipo. En la cultura actual, aunque solapademente,
este tipo de ritos aún existen, sobre todo en romerías y
fiestas regionales. Todo el mundo sabe que a las peregrinaciones no sólo
se va a rezar, sino también a follar, preciosa palabra acaso relacionada
con el follaje del bosque en que se recuestan los enamorados cuando
van, como diría el poeta, "a servir al amor" (así
el anónimo autor del poema castellano "que por mayo era, por
mayo...")4. En cualquier caso, es muy
interesante que el genio de Shakespeare haya identificado ese momento
"liminal" con el verano. Porque el verano es esto: la anti-estructura
por antonomasia; playa o campo por oposición a ciudad, descanso
por oposición a trabajo, grupo por oposición a individuo,
comunidad por oposición a sociedad. En verano todo el pueblo es
como un gran hogar. El calor hace que la gente abra las ventanas y las
puertas, que lo que hablen unos lo oigan los otros, lo que coman unos
lo huelan los demás, que el amor que hacen los vecinos sea disfrutado
por toda la vecindad. Después del verano uno cierra las puertas
y las ventanas y vuelve a la vida estructurada de la ciudad, pero regenerado
tras ese baño dionisíaco donde todos los cuerpos son un
cuerpo, donde el sudor no huele mal, donde el amor se hace por fin sexo.
Vuelve uno a ser individuo después de haber sido todos. El verano
es una gran experiencia catártica, como también lo es el
teatro. "Cuando se va al teatro, se deja uno a sí mismo en
casa", decía Nietzsche. El sueño de una noche de
verano, vista en pleno principio del verano, el 23 de junio (que es
la midsummer night, nuestra noche de San Juan), es la puerta que
nos abre al espacio amoroso en que durante tres meses vamos a vivir. Es
un rito de paso que nos prepara a ese gran otro rito de paso que es el
verano todo. Al salir del teatro, sonrientes, felices, pensamos que sí,
que tal vez, como dice Puck, todo haya sido un sueño, pero pensamos,
también, que qué sueño más bonito ha sido,
y nos preparamos para entrar en el verano, tal vez otro sueño,
sí, pero qué sueño tan bonito puede ser.
Notas
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