Quin goig tenir-la dins
d'un mateix una font d'amor que amara el cos des del centre més
pregon de l'ànima. Un gust de cos i ànima!
Hagamos cuenta,
para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen
de agua; que no me hallo cosa más a propósito para declarar
algunas de espíritu que esto de agua; y es, como sé poco
y el ingenio no ayuda, y soy tan amiga de este elemento que le he mirado
con más advertencia que otras cosas. Que en todas las que crió
tan gran Dios, tan sabio, debe de haber hartos secretos de que no podemos
aprovechar, y así lo hacen los que lo entienden, aunque creo
que en cada cosita que Dios crió hay más de lo que se
entiende, aunque sea una hormiguita.
Estos dos pilones se hinchan
de agua de diferentes maneras: el uno viene de más lejos por
mucho arcaduces y artificio; el otro está hecho en el mismo nacimiento
del agua, i vase hinchiendo sin ningún ruido, y si es el manatial
caudaloso, como este de que hablamos, después de henchido este
pilón, procede un gran arroyo; ni es menester artificio, ni se
acaba el edificio de los arcaduces, sino siempre está procediendo
agua de allí.
Es la diferencia que la
que vienen por arcaduces es, a mi parecer, los contentos que tengo dicho
que se sacan con la meditació; porque los traemos con los pensamientos,
ayudándonos de las criaturas en la meditación, y cansado
el entendimiento; y como viene, en fin, con nuestra diligencia, hace
ruido cuando ha de haber algún henchimiento de provechos que
hace en el alma, como queda dicho.
A esta otra fuente viene
el agua de su mismo nacimiento, que es Dios, y así como Su Majestad
quiere, cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural, produce
con grandísima paz y quietud y suavidad de lo muy interior de
nosotros mismos, yo no sé hacia dónde, ni cómo,
ni aquel contento y deleite se siente como los de acá en el corazón,
digo en su principio, que después todo lo hinche; vase vertiendo
esta agua por todas las Morasa y potencias, hasta llegar al cuerpo;
que por eso dije que comienza de Dios y acaba en nosotros; que cierto,
como verá quien lo hubiere probado, todo el hombre exterior goza
de este gusto y suavidad.
Estaba yo ahora mirando,
escribiendo esto, que en el verso que dije: Dilatasti cor meu, dice
que se ensanchó el corazón; y no me parece que es otra
cosa, como digo, que su nacimiento es del corazón, sino de otra
parte aún más interior, como una cosa profunda. Pienso
que debe ser el centro del alma, como después he entendido y
diré a la postre; que, cierto, veo secretos en nostros mismos
que me traen espantada muchas veces. ¡Y cuántos más
debe de haber! (...)
Tornando al verso, en
lo que me puede aprovechar, a mi parecer, para aquí es en aquel
ensanchamiento; que así parece que , como comienza a producir
aquella agua celestial de este manatial que digo, de lo profundo de
nosotros, parece que se va dilatando y ensanchando todo nuestro interior
y produciendo unos bienes que no se pueden decir, ni aun el alma sabe
entender qué es lo que se le da allí. Entiende una fragancia,
digamos ahora, como si en aquel hondón interior estuviese un
brasero adonde se echasen olorosos perfumes: ni se ve la lumbre, ni
dónde está; más el calor y humo oloroso penetra
toda el alma, y aun hartas veces, como he dicho, participa el cuerpo.
Mirad, entendedme, que ni se siente calor ni se huele olor, que más
delicada cosa es que estas cosas, sino para dároslo a entender.
Y entiendan las personas que no han pasado por esto, que es verdad que
pasa así, y que se entiende, y lo entiende el alma más
claro que yo lo digo ahora.
Teresa de Jesús, Las moradas, Qué
es gustos