LUIS FELIPE O EL INTERIOR

Une tete, sur la table de nuit, repose

Comme une renoncule.

BAUDELAIRE: Une martyre.

Bajo Luis Felipe el hombre privado pisa el escenario histórico. El ensanchamiento del aparato democrático por medio de un nuevo derecho de voto coincide con la corrupción parlamentaria organizada por Guizot. La clase dominante hace historia al defenderse siguiendo sus negocios. Para mejorar su propiedad de acciones favorece la construcción del ferrocarril. Apoya el poder de Luis Felipe como hombre privado que les lleva los negocios. Con la revolución de julio la burguesía realiza sus fines (Marx).

El ámbito en que vive se contrapone por primera vez para el hombre privado al lugar de trabajo. El primero se constituye en el interior. La oficina es su complemento. El hombre privado, realista en la oficina, exige del interior que le mantenga en sus ilusiones. Esta necesidad es tanto más acuciante cuanto que ni piensa extender sus reflexiones mercantiles a las sociales. Reprime ambas al configurar su entorno privado. Y así resultan las fantasmagorías del interior. Para el hombre privado el interior representa el universo. Reúne en él la lejanía y el pasado. Su salón es una platea en el teatro del mundo.

Digresión sobre el estilo modernista. La conmoción del interior se lleva a cabo a finales de siglo en el estilo modernista. Según su ideología parece traer consigo la consumación del interior. La transfiguración del alma solitaria se presenta como su meta. Su teoría es el individualismo. En Vandervelde la casa aparece como expresión de la personalidad. Para esa casa el ornamento es como la firma para un cuadro. Pero en esta ideología no llega a expresarse la significación real del estilo modernista. Representa la última intentona de salida de un arte sitiado por la técnica en su torre de marfil. Se expresa en el lenguaje de los médiums, en las flores como símbolo de la naturaleza desnuda, vegetal que se opone a un mundo en torno armado técnicamente. Los nuevos elementos de la construcción en hierro, las formas de las vigas, ocupan al estilo modernista. En el ornamento se esfuerza por recuperar esas formas para el arte. El cemento le ofrece perspectivas de posibilidades nuevas de configuración plástica en la arquitectura. Por este tiempo se traslada a la oficina el verdadero punto de gravedad del espacio en que se vive. El otro, vaciado de realidad, dispone un sitio en la casa propia. El resultado final del estilo modernista es éste: la tentativa del individuo por rivalizar sobre la base de su interioridad con la técnica le lleva a su hundimiento.

Je crois... á mon ame: la Chose.

LEÓN DEUBEL: Oeuvres (París, 1929).

El interior es el lugar de refugio del arte. El coleccionista es el verdadero inquilino del interior. Hace asunto suyo transfigurar las cosas. Le cae en suerte la tarea de Sísifo de quitarle a las cosas, poseyéndolas, su carácter de mercancía. Pero les presta únicamente el valor de su afición en lugar del valor de uso. El coleccionista sueña con un mundo lejano y pasado, que además es un mundo mejor en el que los hombres están tan desprovistos de lo que necesitan como en el de cada día, pero en cambio las cosas sí están libres en él de la servidumbre de ser útiles.

El interior no sólo es el universo del hombre privado, sino que también es su estuche. Habitar es dejar huellas. El interior las acentúa. Se imaginan en gran cantidad fundas y cobertores, forros y estuches en los que se imprimen las huellas de los objetos de uso diario. También se imprimen en el interior las huellas de quien lo habita. Surgen las historias de detectives que persiguen esas huellas. Tanto la «Filosofía del mobiliario» como sus cuentos de detectives acreditan a Poe como el primer fisonomista del interior. Los criminales de las primeras novelas detectivescas no son ni aristócratas ni «apaches», sino burgueses, gentes privadas.

Benjamin, Walter, "París, capital del siglo XIX", dins Poesía y capitalismo, Madrid , Editorial Taurus, 1998, pàg. 181-183