España 1932

Las primeras imágenes de San Antonio sobre las que cabe reflexionar: los interiores que se descubren  en las puertas abiertas cuyas cortinas perladas están recogidas. Aún sobresale, venciendo a la sombra, el reluciente blanco de las paredes. Y ante las del fondo hay normalmente en la habitación de dos a cuatro sillas perfectamente alineadas y simétricas. Tal y como están dispuestas, sin pretensiones den la forma pero con un  mimbre sorprendentemente bello y sumamente representables, puede deducirse de ellas varias cosas. Ningún coleccionista podría exponer en las paredes de su vestíbulo valiosas alfombras o cuadros con mayor confianza en sí mísmo que el campesino estas sillas en la habitación desnuda. Pero tampoco son únicamente sillas; han cambiado su función al instante, cuando el sombrero cuelga encima del respaldo. Y en este nuevo arreglo,el sombrero de paja no parece menos valioso que la silla. Así, probablemente suceda en realidad que en nuestras bien organizadas habitaciones, equipadas con todas las comodidades imaginables,no hay sitio para lo verdaderamente valioso, porque no hay sitio para utensilios. Valiosas pueden ser sillas y vestidos, cerrraduras y alfombras, orzas y cepillos de carpintero. Y el auténtico secreto de su valor es esa sobriedad, esa parquedad del espacio vital, en el cual no sólo pueden ocupar visiblemente el lugar que les corresponde, sino que tienen espacio de juego suficiente para poder satisfacer la gran cantidad de funciones ocultas, sorprendentes una y otra vez, en virtud de las cuales el objeto vulgar se convierte en valioso.

Benjamin, Walter. Escritos autobiográficos, Madrid 1996, Alianza Universidad, pp. 171