4 de mayo de 1931 (...) Egon hizo una observación que se refería al estilo Bauhaus en el mismo sentido de rechazo que mis propias manifestaciones anteriores. El hecho de que esta crítica suya partiera de reparos estéticos frente al lenguaje formal del mobiliario Bauhaus me dio a mí la clave para indicarle que me había ofrecido una extraña perspectiva del famoso tipo de vivienda suntuosa. En realidad, las intenciones de la gente Bauhaus y similar se deducen mucho menos de las teorías que proclaman que de las legalidades ocultas que determinaban el modo de habitar su vivienda de las generaciones immediatamente precedentes. Cuando uno entra en una habitación burguesa de los años ochenta, pesa a todo el ambiente <<acogedor>> que quizás irradie,la sensación de <<aquí no se te ha perdido nada>< es la más fuerte. Aquí no se te ha perdido nada, pùes aquí no hay ningún sitio en el que el habitante no haya dejado ya su huella. Lo que esto significa se explica con la susficiente claridad en una hermosa frase de Brecht. <<Borra las huellas>>, dice el refrán del primer poema de su Lesebuch für Städbewohner (Libro de lecturas para habitantes de ciudades). Aquí, en la habitación burguesa, el comportamiento contrario se ha convertido en un ethos en el sentido más estricto de la palabra, es decir,en un hábito. Mejor dicho: este dejar huellas no es sólo un hábito sino el fenómeno originario de todos los hábitos en general, que está incluido en el hecho mismo de habitar. Efectivamente, lo que es posible entre los muebles de la Bauhaus sólo es un simple vivir comparado con la existencia dentro de la vivienda burguesa, cuyo interior obliga al habitante a adoptar el máximo posible de hábitos y más a celebrar con estos hábitos el interior en el que vive que no a valorarse adecuadamentea sí mismo. Esto lo comprende todo aquel que hay conocido el absurdo estado de ánimo que les entraba a los de aquella época cuando se les rompía algo de la casa. Su forma misma de enfadarse – pues este estado pasional que poco a poco empieza a hacerse rudimentario ellos lo sabían representar de un modo casi virutoso -era más que nada la reacción de alguien que ha sido deshuaciado de sus hábitos. Ahora, el modo de construcción moderno – por mucho que posiblemente habría que decir de él- ha hecho de estas habitaciones caminos en los que es difícil dejar huellas (de ahí que el cristal y el meta lse hayan vuelto tan importantes) y que hacen casi imposible adquirir hábitos (de ahí que las habitaciones estén vacías y que a menudo sus muebles sean ya móbiles). Benjamin, Walter. Escritos autobiográficos, Madrid 1996, Alianza Universidad, pp. 150-151 |